miércoles, 26 de agosto de 2009

Virtual sí, real no

  • 31 de mayo de 2006

No lo entiendo... no me entiendo, tampoco. No sé por qué no tengo el coraje de saludarlo en la escuela. Está bien, él me ignora, pero ¿y yo? ¿Yo, que soy la interesada, qué hago? Me alejo. Y si lo tengo cerca lo evito, ni lo miro. Me da pudor que me mire, y eso que no sabe nada de lo que siento... pero el solo hecho de que pueda llegar a adivinarlo me paraliza. Y entonces lo esquivo y me alejo, pero lo contemplo a la distancia, como si fuera un sueño inalcanzable. Lo quiero, huyo de él y me quejo porque no me busca; entonces ¿qué soy? Una histérica, eso soy. Una nenita que no sabe lo que quiere.
Cada intento e ideas que cruzan por mi mente para saludarlo y acercarme me parecen estúpidos y me escondo en mi burbuja silenciosa. Ni siquiera teniendo la excusa perfecta de desearle feliz cumpleaños, que fue a principios de este mes. Nada. Puro silencio.

Se sacó un 7 en el trabajo, me lo contó y me agradeció hoy por msn. Sí, es el único tipo de comunicación que tenemos, cuando se conecta (es decir, cada muerte de obispo más o menos). Fue nuestra tercera conversación virtual. No entiendo por qué podemos hablar tan bien por Internet y en la vida real ni nos saludamos. Será la protección que te brinda comunicarte a través de una pantalla, a la distancia, no lo sé...
Su curso está organizando un bingo familiar para recaudar fondos para su viaje de egresados:

Almendra* Princesa de un cuento infinito* dice:

vos vendés entradas?

FeL... haganlo por los 40 mill de arg......... dice:

para el bingo?

Almendra* Princesa de un cuento infinito* dice:

claro

FeL... haganlo por los 40 mill de arg......... dice:

sep... queres venir???

va a ser medio embole (nunca fui un buen vendedor) pero estaria re copado q vengas

Almendra* Princesa de un cuento infinito* dice:

van a ir un montón de mi curso

pero espero ganar algo porque no tengo mucha suerte en esos juegos ¬¬

FeL... haganlo por los 40 mill de arg......... dice:

jajaja bueno dale yo me encargo de conseguirte los cartones ganadores...

seguro q ganas

Almendra* Princesa de un cuento infinito* dice:

espero que sí


[...]


Así que ahora tengo la excusa para encontrarlo. Y otra vez los nervios...

Almendra*


Mi burbuja silenciosa


miércoles, 19 de agosto de 2009

Invisible

  • 25 de abril de 2006

¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Por qué pasó? Todavía no me lo explico... Tan esperanzadora parecía esa charla que tuvimos dos semanas atrás... Pero algo falló.
Felipe faltó al colegio al día siguiente de ese encuentro (por un lado, yo estaba aliviada porque no sabía cómo actuar, si saludarlo o no, esperar que viniera él o ignorarnos...) y después de eso fue Semana Santa, así que pasaron otros cuatro días sin tener contacto con él (ni siquiera por Internet, porque no apareció).
¡Cuántos días sin verlo! Temía que esa distancia temporal influyera en su comportamiento, que de algún modo se "olvidara" de mí y el favor que le hice... y eso sucedió. No, yo no pienso que se haya olvidado. Pero evidentemente no le interesa entablar una relación conmigo, ni siquiera de amistad. Porque de lo contrario hubiera buscado algún tipo de contacto. ¿O espera que lo haga yo?

La vida sigue como antes del encuentro. Él indiferente. Yo mirándolo de lejos sin atreverme a hablarle y muriendo por dentro. ¿Por qué me cuesta tanto? No le puedo ir a hablar... no puedo: me siento desubicada. Además, nunca está solo, siempre con sus amigos. ¿Por qué él no intenta saludarme? Me gustaría saber al menos cómo le fue con el trabajo práctico... si quisiera acercarse podría venir a hablarme con esa excusa. Pero no quiere, es indudable.

Hace unos días le tocó izar la bandera junto a dos compañeros. Aproveché todo ese tiempo para observarlo sin disimulo; se supone que todos los alumnos deben mirar esa ceremonia, así que nadie se daría cuenta. Nadie, salvo dos de mis mejores amigos: Lucho y Valeria, que se reían por lo bajo mientras percibían mi estado de adoración. ¡Ja! Me hicieron bromas toda la mañana, qué vergüenza, ja! Cómo me conocen...

Pero ayer fue el peor día de todos. El súmmum de la indiferencia. Mi salón queda en el primer piso, al igual que el de Felipe; cuando sonó el timbre que indicaba el fin del recreo comencé a subir la escalera, mientras que él las bajaba (no sé por qué). Pasó exactamente por mi lado, tan cerca que nuestros brazos se rozaron. Pero no dio ninguna señal de reconocimiento. Es como si yo fuese invisible para él.
Bueno, yo tampoco lo miré... pero por timidez... y porque tenía una extraña sensación que me indicaba que no lo hiciera. Tal vez porque tenía el presentimiento de que me iba a ignorar. Cuando acabé de subir tuve la impresión de que se había volteado para mirarme, pero fue solamente una ilusión. No volteé para comprobarlo. No valía la pena, ya me había esquivado.

Y hoy falté al colegio, al parecer me estoy enfermando. No digo que sea por Felipe, sería muy... extremista de mi parte. Pero sinceramente estoy triste. Muy. La indiferencia es la peor arma para el alma. Casi preferiría que me odie a que me ignore. Porque al menos yo sabría que me considera. De este modo siento que yo no existo.

Almendra*

lunes, 10 de agosto de 2009

Cara a cara... fascinada

  • 11 de abril de 2006

¡¡¡Ay, Dios!!! No sé cómo expresar los NERVIOS que tenía esta mañana... Para colmo llegué más tarde al colegio y me pusieron media falta, y Felipe me había estado buscando. ¿Habrá sido un acto consciente mío? Cómo me traiciona el nerviosismo, ¡es increíble!
Me sentí muy mal las dos primeras horas de clase, ni presté atención al profesor. Es una característica mía que cuando estoy intranquila me repercute en mi estado físico, haciéndome sentir realmente mal... aunque yo sabía que era todo producto de mi mente. Sin embargo, fui a hablar con la preceptora, que llamó a mi casa. Sí, estuve a punto de salir del colegio y dejarle el trabajo de Felipe a alguna amiga, para que se lo diera ella. Qué patético. Pero mi mamá se acercó hasta la escuela con una pastilla para mi malestar y así me sentí mejor. El nerviosismo no cedió, pero al menos el estómago ya no me torturaba con sus retortijones.

Y así llegó el primer recreo... y yo sentía que me moría de la histeria. Salí con su trabajo e intentando que mis manos dejaran de temblar. Quise que me acompañara alguna amiga, pero ellas se negaron. Dijeron que tenía que verlo sola. Eso no ayudaba mucho a mis nervios, pero en el fondo sabía que tenían razón. Fui hasta la puerta de su aula, aunque un poco alejada, apoyada contra la baranda del balcón (no quería agobiarlo y estar tan cerca); y casi al instante salió él... él y su estupendo cabello rubio cayéndole sobre la cara, él y su camisa blanca y su corbata desaliñada (el uniforme del colegio, claro...), él acercándose hacia mí con una sonrisa radiante como jamás había contemplado. Y nos saludamos con un beso en la mejilla (por educación, obviamente), que para mí, a pesar de lo trivial, fue el segundo más mágico del día.
Le entregué las hojas y fue la primera vez que lo escuché hablar: "Muchísimas gracias", me dijo. A esta altura de mi fascinación, ya no existía nada en él que no me pareciera perfecto. Una voz tan particular... grave, pero a la vez dulce... ¡muy dulce! Nunca lo había tenido tan cerca... la perfección de sus ojos era fantástica y atrayente. Parecían zafiros incrustados en un rostro de ángel, de un azul tan intenso que sentía que podría mirarlos eternamente y no cansarme jamás. Su mirada transmitía tranquilidad. Y no sé cómo, pero me calmé y los nervios se evaporaron.
Me quiso dar $2 por el costo de la impresión. ¡Jamás! No lo dejé, claro que no. Entonces me compró una rifa del sorteo que realizaba mi curso para recaudar fondos para el viaje de egresados. Se la di y volví hacia mi salón para guardar la rifa junto con las demás, porque ese mismo día se sorteaba el premio. Contra todos mis pronósticos, él me siguió hasta el aula y se quedó esperándome en la puerta, mientras yo le llevaba su número a mi amigo Lucho, que tenía los demás. No salía de mi asombro, nunca esperé que me siguiera.

-¡¡Luchooo, mirá quién está en la puerta!!
-Si sí, vendimos como 400 rifas ya...
-¡¡¡LUCHO!!! Te estoy hablando.

- ¿Qué?

- Mirá quién está en la puerta-
todo se lo decía en voz baja, porque el muy despistado podría llegar a arruinarlo todo.
-¡¡Aaah!! ¿Qué hace ahí? ¡¡Bien, chiquita!!- "Chiquito", "chiquita", así nos llamábamos cariñosamente con mi mejor amigo, aunque lejos estábamos de ser pequeños: él medía 1,90 m y yo rondaba el metro 73.
- Después te cuento :)

Me dirigí hacia la puerta y Felipe seguía allí. Hablamos un par de cosas irrelevantes, como la prueba de Historia que tenía en la siguiente hora (¡qué importaba ya!) y después nos despedimos un rato antes de que sonara el timbre del final del recreo, ya que yo tenía que repasar para el examen... sí... como si pudiera pensar en Historia Argentina después de ese momento tan especial... Al contrario, los siguientes 3 o 4 minutos que le quedaban al recreo los pasé conversando con mis amigas sobre lo que había pasado.
No dejé ni un instante de pensar en su sonrisa, ni en sus palabras, ni su rostro... No sé qué nota me voy a sacar en el examen, ja ja... Pero no me interesa.

En el segundo recreo realizamos el sorteo, y yo deseaba con todo el corazón que se lo ganara Felipe, para tener otro pretexto para hablarle. Pero no sucedió. Lo ganó la profesora de italiano, y fui con mis compañeros a entregarle el premio. Noté la mirada de Felipe durante todo el trayecto que recorrimos, pero supongo que tenía motivos: yo llevaba un enorme huevo de chocolate entre las manos. Al volver al curso, sacamos otro papelito sólo por diversión, porque ya no había premios que entregar. Qué sorpresa cuando leí el número que había salido: el 2, el que le había vendido a Felipe esa mañana. ¿Un juego del destino? Lo guardé en mi agenda como un recuerdo.

Creo que di un paso muy grande al desinhibirme y hablar en persona con él... porque ahora ya no tiene excusas. Ya sabe quién soy, ya no soy un fantasma virtual. Espero poder llegar a entablar una relación en el mundo real.

Almendra*